
ALEJANDRO SANZ EN VIVO
ROSARIO.- Desde el preciso instante en que apareció sobre el escenario, Alejando Sanz reveló por qué se desmarca del pelotón de cantantes que se disputan el podio de la escena pop internacional. Si bien sus temas están hechos de la misma materia que los éxitos que rotan incansablemente en las FM hiteras, su lírica, sus melodías y, sobre todo, la comunicación que establece con su público son distintas. Cero histeria. Su única arma de seducción es su arte, y con eso le basta y le sobra para ganarse el aplauso del público.
Entre nubes de humo, el lejano silbato de un tren y la campana de una estación de ferrocarril alejándose, Sanz abrió el fuego con una versión funk del track que da nombre a El tren de los momentos , el álbum que el músico vino a presentar a la Argentina. El tema, una canción de amor clásica, arrancó la primera ovación de las 15.000 personas que colmaron anteanoche las tribunas del estadio de Rosario Central para asistir a la primera presentación del artista español en esta ciudad.
"Este es nuestro pequeño viaje, que queremos compartir con ustedes; queremos que la pasen bien, no vamos a ser tan pretenciosos", susurró con voz cascada antes de arrancar con "En la planta de tus pies". Sus palabras, más que un saludo, fueron una declaración de principios. Porque su show, si bien contó con una puesta en escena de un amplio despliegue técnico, no fue más que un recital de canciones en el que no se buscó más que compartir sentimientos a través de músicas y letras.
Saco azul a rayas, chomba cuello redondo, vaqueros raídos y varias cadenas colgándole del cuello, Sanz se mostró como un artista sencillo, pero intenso. Un cantante que no se deja tentar por la euforia de sus fans, que cuando sale a escena lo hace para poner el corazón en sus canciones y no para ganarse al público con recetas de manual de estilo de American Idol , que prometen éxito instantáneo y repiten las viejas fórmulas que hicieron grande a la industria discográfica, pero no a la música.
Así fue como desgranó uno tras otro los temas de su nuevo álbum, matizados por los grandes éxitos de la sólida carrera que arrancó tímidamente a comienzos de los años 90 y que hoy lo tiene como uno de los grandes referentes de la música latina. "Quisiera ser", "Enséñame tus manos" y "La peleíta", con las pantallas gigantes latiendo con el pulso de un electrocardiograma en rojo sangre, abrieron el paso a una dramática interpretación de "Cuando nadie me ve", que arrancó un largo suspiro al público.
De inmediato, sin dar tiempo a que la gente se recuperara, arrancó con los primeros acordes del megahit "Corazón partío". En ese punto el show se convirtió en una fiesta incontenible, con el público parado sobre las sillas de plástico que en el campo hacían las veces de platea y meneándose suavemente al ritmo latino del estribillo de la canción. La agitación que despierta el tema en las fans casi puede tocarse, pero no se desmadra, no hay gritos histéricos, nadie tira prendas íntimas al escenario. Es una fiesta, cool .
Precisión y ritmo
Sanz, que maneja el ritmo del show con la precisión de un cardiocirujano, se tomó un tiempo para esperar a que los aplausos se apagaran y, después, con voz calmada, apenas audible, confesó: "En este mundo donde vivimos creo que hay un punto donde convergemos". La promesa de balada romántica quedó hecha. Entonces llegaron "Donde convergemos" y "Regálame la silla", uno de los momentos más emotivos del álbum No es lo mismo, que, en vivo, con la voz de Sanz a punto de quebrarse en llanto, cobró una intensidad conmovedora.
"Y si fuera ella", otro viejo éxito que encendió las listas de más votados en las FM a fines de los 90, y el flamante "Se lo dices tú" precedieron a "Labanana", que, con su contagioso ritmo caribeño, le rindió homenaje a los héroes de Buena Vista Social Club . Casi inadvertida apareció en las pantallas la imagen inconfundible de Compay Segundo, con su clásico sombrero panamá caído de lado, el habano en la mano y esa sonrisa generosa con la que hablaba de los tiempos en que el son reinaba en La Habana.
Enganchadas una detrás de la otra, como en una disco de los 70, llegaron los éxitos del celebrado disco 3 , "Mi soledad y yo" y "La fuerza del corazón", y de inmediato "Agua mía" y "Y si fuera ella", ambos de Más . Potentes, con arreglos que aggiornan sutilmente las versiones originales, el combo ofreció un retrato exacto de uno de los momentos más aplaudidos de la trayectoria de Sanz y confirmó que las canciones siguen frescas, vitales, confiadas de haber ganado la batalla al paso del tiempo.
Ya en el tramo final del show, después de la nostalgia de "El alma al aire", Sanz se dio el gusto de pegarles un sacudón fuerte a sus seguidoras con "Try To Save Your Song", apoyado en la energía de la banda que, dirigida por Michael Ciricione, lo acompañó a lo largo del concierto.
Todavía sin poder contener la adrenalina que desbordaba la platea, Sanz buscó una banqueta y, bajo una luz blanca cenital, regaló sus bulerías sólo con su guitarra. En un abrir y cerrar de ojos, el estadio se convirtió en un tablao flamenco.
Pero eso no era todo. Al cabo de casi dos horas de show, a Sanz todavía le quedaba un as en la manga: un set de baladas románticas que cantó sentado al piano y que culminó con una versión íntima de "Lo ves" en la que la voz del español fue una con la de los miles de espectadores que lo acompañaron a coro. Después llegó el final con los éxitos que todos querían escuchar, "Te lo agradezco pero no" y "No es lo mismo", con los músicos y el propio Sanz quemando las últimas energías. Nada más y nada menos.
Por Ricardo Luque para LA NACION