Friday, March 23, 2007


ALEJANDRO SANZ EN VIVO

ROSARIO.- Desde el preciso instante en que apareció sobre el escenario, Alejando Sanz reveló por qué se desmarca del pelotón de cantantes que se disputan el podio de la escena pop internacional. Si bien sus temas están hechos de la misma materia que los éxitos que rotan incansablemente en las FM hiteras, su lírica, sus melodías y, sobre todo, la comunicación que establece con su público son distintas. Cero histeria. Su única arma de seducción es su arte, y con eso le basta y le sobra para ganarse el aplauso del público.

Entre nubes de humo, el lejano silbato de un tren y la campana de una estación de ferrocarril alejándose, Sanz abrió el fuego con una versión funk del track que da nombre a El tren de los momentos , el álbum que el músico vino a presentar a la Argentina. El tema, una canción de amor clásica, arrancó la primera ovación de las 15.000 personas que colmaron anteanoche las tribunas del estadio de Rosario Central para asistir a la primera presentación del artista español en esta ciudad.

"Este es nuestro pequeño viaje, que queremos compartir con ustedes; queremos que la pasen bien, no vamos a ser tan pretenciosos", susurró con voz cascada antes de arrancar con "En la planta de tus pies". Sus palabras, más que un saludo, fueron una declaración de principios. Porque su show, si bien contó con una puesta en escena de un amplio despliegue técnico, no fue más que un recital de canciones en el que no se buscó más que compartir sentimientos a través de músicas y letras.

Saco azul a rayas, chomba cuello redondo, vaqueros raídos y varias cadenas colgándole del cuello, Sanz se mostró como un artista sencillo, pero intenso. Un cantante que no se deja tentar por la euforia de sus fans, que cuando sale a escena lo hace para poner el corazón en sus canciones y no para ganarse al público con recetas de manual de estilo de American Idol , que prometen éxito instantáneo y repiten las viejas fórmulas que hicieron grande a la industria discográfica, pero no a la música.

Así fue como desgranó uno tras otro los temas de su nuevo álbum, matizados por los grandes éxitos de la sólida carrera que arrancó tímidamente a comienzos de los años 90 y que hoy lo tiene como uno de los grandes referentes de la música latina. "Quisiera ser", "Enséñame tus manos" y "La peleíta", con las pantallas gigantes latiendo con el pulso de un electrocardiograma en rojo sangre, abrieron el paso a una dramática interpretación de "Cuando nadie me ve", que arrancó un largo suspiro al público.

De inmediato, sin dar tiempo a que la gente se recuperara, arrancó con los primeros acordes del megahit "Corazón partío". En ese punto el show se convirtió en una fiesta incontenible, con el público parado sobre las sillas de plástico que en el campo hacían las veces de platea y meneándose suavemente al ritmo latino del estribillo de la canción. La agitación que despierta el tema en las fans casi puede tocarse, pero no se desmadra, no hay gritos histéricos, nadie tira prendas íntimas al escenario. Es una fiesta, cool .

Precisión y ritmo

Sanz, que maneja el ritmo del show con la precisión de un cardiocirujano, se tomó un tiempo para esperar a que los aplausos se apagaran y, después, con voz calmada, apenas audible, confesó: "En este mundo donde vivimos creo que hay un punto donde convergemos". La promesa de balada romántica quedó hecha. Entonces llegaron "Donde convergemos" y "Regálame la silla", uno de los momentos más emotivos del álbum No es lo mismo, que, en vivo, con la voz de Sanz a punto de quebrarse en llanto, cobró una intensidad conmovedora.

"Y si fuera ella", otro viejo éxito que encendió las listas de más votados en las FM a fines de los 90, y el flamante "Se lo dices tú" precedieron a "Labanana", que, con su contagioso ritmo caribeño, le rindió homenaje a los héroes de Buena Vista Social Club . Casi inadvertida apareció en las pantallas la imagen inconfundible de Compay Segundo, con su clásico sombrero panamá caído de lado, el habano en la mano y esa sonrisa generosa con la que hablaba de los tiempos en que el son reinaba en La Habana.

Enganchadas una detrás de la otra, como en una disco de los 70, llegaron los éxitos del celebrado disco 3 , "Mi soledad y yo" y "La fuerza del corazón", y de inmediato "Agua mía" y "Y si fuera ella", ambos de Más . Potentes, con arreglos que aggiornan sutilmente las versiones originales, el combo ofreció un retrato exacto de uno de los momentos más aplaudidos de la trayectoria de Sanz y confirmó que las canciones siguen frescas, vitales, confiadas de haber ganado la batalla al paso del tiempo.

Ya en el tramo final del show, después de la nostalgia de "El alma al aire", Sanz se dio el gusto de pegarles un sacudón fuerte a sus seguidoras con "Try To Save Your Song", apoyado en la energía de la banda que, dirigida por Michael Ciricione, lo acompañó a lo largo del concierto.

Todavía sin poder contener la adrenalina que desbordaba la platea, Sanz buscó una banqueta y, bajo una luz blanca cenital, regaló sus bulerías sólo con su guitarra. En un abrir y cerrar de ojos, el estadio se convirtió en un tablao flamenco.

Pero eso no era todo. Al cabo de casi dos horas de show, a Sanz todavía le quedaba un as en la manga: un set de baladas románticas que cantó sentado al piano y que culminó con una versión íntima de "Lo ves" en la que la voz del español fue una con la de los miles de espectadores que lo acompañaron a coro. Después llegó el final con los éxitos que todos querían escuchar, "Te lo agradezco pero no" y "No es lo mismo", con los músicos y el propio Sanz quemando las últimas energías. Nada más y nada menos.

Por Ricardo Luque para LA NACION

Saturday, March 17, 2007


TOP 5
LO MAS ESCUCHADO DE LA SEMANA

1- NINA SIMONE - Remixed & Reimagined
2- PANIC! AT THE DISCO -A fever you can´t sweeat out
3- JOSS STONE - Introducing
4- PET SHOP BOYS - Fundamental
5- ROBBIE WILLIAMS - Rudebox

Como ando complicado con tiempos les transcribo una nota de LA NACION sobre 2 buenas voces del soul actual

Son dos de las últimas grandes revelaciones musicales de Gran Bretaña y se están llevando el mundo por delante. Es cierto que son jóvenes, bonitas y talentosas, pero lo que verdaderamente las emparienta es que Joss Stone y Amy Winehouse, cada una a su manera, están reinventando el clásico soul norteamericano gracias a una poderosa forma de revisar el pasado, como lo demuestran sus nuevos discos, Introducing Joss Stone y Back To Black , respectivamente, que están llegando a las bateas argentinas.

Por un lado, Joss Stone. Una chica rubia (ahora, teñida de rojo) de voz negra y de piernas interminables, que tiene apenas 20 años, pero que parece casi una veterana por la arrolladora forma en que está manejando su vertiginosa carrera.

Introducing es su tercer disco, luego de que en 2003, pocos meses después de haber cumplido 16 años, debutara con el exitoso The Soul Sessions , brillante álbum concebido por la legendaria cantante Betty Wright y cuya clave consistió en mezclar clásicos del género con ese guiño a las nuevas generaciones que representó esa irresistible versión de "Fell in Love with a Girl", de los White Stripes, con un sonido que no sonaba retro porque sí: varios de sus músicos, como Benny Latimore, Little Beaver o Timmy Thomas, habían descollado en el soul de los años setenta en Miami.

Un año después, el álbum Mind, Body & Soul profundizó su condición de diva teenager con canciones compuestas por la propia Stone, en general más orientadas al pop, pero con el espíritu del rhythm and blues presente, sobre todo, en su privilegiada voz.

A partir de allí, el ascenso no tuvo pausas. Nominaciones para los Grammy, colaboraciones con artistas célebres (desde Mick Jagger hasta Carlos Santana, pasando por James Brown), una participación en el multitudinario Live 8, en Londres, y hasta campañas publicitarias de una conocida marca de ropa informal de los Estados Unidos.

Con Introducing , Stone le da una nueva vuelta de tuerca a su carrera y logra una radiante combinación entre el pasado y el futuro. Lo que suena en los doce temas originales significa un regreso a la concepción del soul más tradicional de su primer disco, pero el aporte de su nuevo productor, Raphael Saadiq (el mismo de Macy Gray, The Roots y D Angelo), presente también en la composición de varios temas, logra que la cantante (teñida, tatuada con una estética hippie para el arte del álbum) se convierta en un luminoso puente entre la música negra de varias generaciones.

Así, mientras "Tell Me ´Bout It", el excelente primer corte del disco, le otorga a Stone el cetro de la Aretha Franklin del siglo XXI, "Tell Me What We re Gonna Do Now" va un paso más allá con el rapeado de Common y "Music", con la colaboración de Lauryn Hill, es la canción que le hubiera gustado componer alguna vez a Alicia Keys.

Por otro lado, tenemos a Amy Winehouse, de 24 años, con un primer disco ( Frank , de 2003) elogiado, pero que nunca trascendió las fronteras de su país, look de cantante pop recién llegada de una trasnoche agitada y una vigorosa voz en la que resuenan ecos de Shirley Bassey y de Sarah Vaughan envueltos para regalo por Ray Charles.

La gran ganadora

Back To Black tiene destino de clásico, no sólo porque le haya permitido a Winehouse ganar hace pocos días los Brit Awards (los Grammy británicos) como mejor cantante femenina. Hay en este álbum diez canciones, todas compuestas por Winehouse, que conforman un mosaico representativo de la música negra que, así como en Joss Stone suena anclado en los años setenta, aquí tienen eje en las décadas del cincuenta y del sesenta, con aires jazzeros, arreglos retro y hasta coros doo wop.

Y si en una deliciosa canción como "Rehab" se toma con humor sus problemas con el alcohol ("Ellos trataron de llevarme a la rehabilitación/Yo dije: no, no, no", sostiene la letra), que le valieron en Gran Bretaña tanta prensa como su música, en la festiva "Tears Dry On Their Own" se pone en sintonía con Marvin Gaye y en "Back To Black" (digna de musicalizar un film de James Bond, como dijo un crítico de su país) hay un clima de conmovedor crescendo al que aporta dramatismo un ritmo magnético.

Winehouse, como Stone y la también británica Corinne Bailey Rae, otra joven revelación del nuevo soul (que acaba de editar una edición doble, con temas inéditos, de su álbum debut), son tres inmejorables ejemplos de cómo la música norteamericana por antonomasia está reconquistando el mundo, pero por culpa de esta verdadera invasión inglesa.

Ricardo Carpena